lunes, 19 de diciembre de 2011

el pelotazo


Hace cosa de un mes, salgo yo todo digno de mi kely y me voy al parque a que Taila se desfogue un rato con los suyos y yo, a darle a la sinhueso con los coleguitas.
Hasta aquí todo correcto, estamos departiendo la mar de bien con La arqueóloga Indiana echándonos unas risas; a tres metros nuestros está Andreotti vigilando a los gossunos y jugando a tirarle la pelota a Taila.
Cabe decir que Taila está obsesionada con la esférica y cuando encuentra una víctima a la cual le parece graciosa, la tía no hace más que ir y venir para estar correteando con la bola en la boca.

En fin, que está Andreotti pelota p'arriba, pelota p'abajo cuando de repente: ¡ZASKA!. Me da en todo el ojo.
Mi acto reflejo es taparme la cara y echarme a reir. Lo gracioso del tema es que al día siguiente he tenido el honor de ser invitado a la fiesta del bodorrio de Aquí para allá contra Amargo y claro, uno espera llevar su mejor jeto al evento y no parecerse al hombre elefante.

Me tiemblan las piernas del pelotazo que me han arreado y veo puntos de colores. La arqueóloga Indiana se ha quedao estupefacta con la puntería de su maromo Andreotti. Y yo me temo que ni con un quintal de hielo, ni con masilla a lo bestia voy a poder mitigar el efecto porrazo. Potter que se había sentado a charlar con no sé quién en un banco, ni se ha enterado.

Cuando consigo abrir el ojo, veo a Andreotti pálido y con cara de acolloni-meng. Le digo que no se preocupe, que no me ha desmontado y que en peores plazas hemos toreado. No me cree y le pide a su mujer un cigarro de lo angustiado que se ha quedado.

Los Lolo's me miran por arriba y por abajo para ver el efecto porrazo y me dicen que se me ve bien. Estupendo: todavía no asusto al miedo.

Recogemos bártulos y nos vamos para casa: pongo la cabeza en el congelador un rato.
Cuando ya no me siento nada de nada, Potter me saca del congelador. Me dice así todo flemático que no doy yuyu y que no me preocupe, la gente tampoco va a ir a verme a mí. Lleva razón, así que me relajo.

Al día siguiente hacemos lo habitual del findesemaneo: el perro, hasta que nos encontramos para cenar con el Sarcastrómetro y el Chicarrón del Norte. Nos vamos al Can Kenji a papear japonés, un restaurante que nos han plantificado cerca de casa, coquetón y bueno.

Nos deleitamos con un pica pica-delicioso y para no cortar la inercia del fin de semana, va y me tiro una copa de vino por encima. El Sarcastrómetro me comenta que no tenemos tiempo de cambios, que seamos prácticos, y que de noche todos los gatos son pardos, así que con dos cojones me voy con el ojo magullado difuminao entre el megacurro de técnica de sfumatto que he tenido que realizar en la sesión de chapa y pintura, y con el sayo hecho un lamparón.

Cuando llegamos, y gracias al efecto del vinacho, paso de todo y es cierto, nadie ha reparado en que el hábito está hecho unos zorros. Me pregunto qué nivel de alcoholímetro ha alcanzado ya el personal.
De Aquí para Allá y Amargo están que se salen de contentos, nos hacen recibimiento como buenos anfitriones y nos dirigen hacia el mundo barra, para que pillemos la misma frecuencia modulada que el resto de asistentes.

Me camuflo entre la peña, de algo me ha de servir el ser bajito y pasar desapercibido.
Se me ha olvidado pedirle a Amargo que me cuente un chiste, es lo que le pido cada vez que nos vemos y es lo que al final nunca nos acabamos contando. Nos descojonamos igual.

Potter y yo entablamos charla con el Expatriado y La senyoreta triatlónica. Nos cuentan que están en plan abstemio porque al día siguiente se van a correr una cursa del copón bendito. Les contamos que estamos en conversaciones con nosotros mismos para decidirnos y entrenar de forma seria y apuntarnos también a cursas varias. El Expatriado y La senyoreta triatlónica ponen cara de poker. Asumimos que no tenemos ningún tipo de credibilidad pitillo en morro y copa en ristre.

El Sarcastrómetro nos avisa de que va a hacer una incursión a la pista de baile y allí que nos vamos. Nos marcamos unos cuantos dancings y le comento al Sarcastrómetro el temita de la cursa: todavía se está riendo ahora.
Nos avisan de que hay sorpresa visual para los contrayentes y salimos a la terraza para ver el espectáculo: un recorrido por la vida de los dos tórtolos.
Como nadie mira ahora, a poco que puedo, me pillo un cubito de la copa y me lo pongo en el ojo para controlar la hinchazón del día anterior.
Entre dancing, copa, canapé e intentona de cursa, se nos ha hecho tarde ya, así que nos despedimos del dueto que son todo carisma y risas.
Decidido, a partir de ahora voy a salir a la calle con casco.

Toppomagullao- lamparoneao y camuflao