miércoles, 21 de diciembre de 2011

curiosidades sobre gipsy queens, chinorris y paquis


Aprovechando la bienentendida del acueducto que se nos plantó aquí el mes de diciembre, y teniendo en cuenta que estábamos a medio gas, pendiente de clientes y de estiras y aflojas varios, tuvimos que quedarnos por estos lares, así que uno de esos días tontorrones decidirnos darnos un rulito para ver la variopintez del mercat dels encants vells.

Así que nos vestimos y nos dirigimos hacia allí Potter, Taila y el menditas escribiente.
Atacamos el mercat por la zona oeste, que da a la diagonal, nos damos cuenta que así de paseo matutino, nos queda a tiro de piedra de casa.
Decidimos estar de garbeo y otear si hay alguna pieza que nos interese para el museo de los horrores o lo que convenga decorar. A Potter le entra el sirocco de café por la vena así que después de dar un par de rulos entre peña multi-color y multi-olor, nos plantificamos en el bar-café de dentro del mercado.
Nos atienden muy amablemente, una chica que si no se ha dejado los brazos como un colador en otra época en plan dame veneno que quiero morir, poco le ha faltado. Ahora lo tiene todo cubierto de tatuajes y no voy a ser yo el que se ponga a revisárselo.
Una yayuli que está ahí con su hijo tomándose su sol y sombra, mano a mano, se enamoran de Taila y como son todo amor gossuno, intentan darle medio croissant. Agradezco la iniciativa, aunque les digo que se corten un poco porque si no, les voy a hacer recoger el desatino intestinal de la perra y lo van a flipar.
Potter se ha rehecho con su cafeína y seguimos de circunnavegación por els Encants.

Damos con el hocico en una tienda de artículos para perro, Taila está literalmente cogiendo carrerilla para tirarse encima de los almohadones. El propietario, muy amabilidoso él, nos dice que la atemos en corto. Nos enseña un colchón moloncio hecho de tela tejana que tiene una pinta de confort de la rehueva. Taila nos mira con ojillos de sí quiero y nos dejamos convencer.
Seguimos para bingo, y cuando hemos terminado con el interior del mercado, salimos a la calle donde están todos los tenderetes de braguerío y calzón nacional. Un espectáculo polícromo digno de un caleidoscopio.

Estoy en plan observatorio cuando de repente una gitana salida de la nada me dice: ¡ay paaaayo! mira este perfume de Chanel, me lo he encontrao, para tí vainte lauroh. Le respondo que no llevo panoja y me suelta. Venga va, te lo dejo en dié lauroh. Me entra la risa floja y me voy.

Hacemos un repaso de los puestecillos de mobiliario en busca de nada en concreto, entramos en tiendecillas de viejo que creía perdidas en los anales de la historia. El personal no tiene desperdicio.
Volvemos a pasar por la calle del braguerío nacional y veo a la gitana enchufándole por los ojos el Chanel a otra persona humana, ha subido el precio. esta tía es una hacha, hace ¡chas! y aparece a tu lado, como la canción aquella socarrona de hace doscientos lustros de Alex y Cristina, lo mismo.
De repente aparece la munipa y ella se esfuma por arte de birli birloque, ríete tú del mago Tamariz.

Nos entra la gazuza y un poco de agobio también porque el mercado se ha puesto de bote en bote. Decidimos volvernos para casa, almohadón gossuno en mano.
Cerquita de casa, a Potter le coge ataque de sanote y decide entrar en la frutería del chino que nos han plantificado cerquita, cerquita. Me quedo con Taila, esperando fuera reposando las nalgas en el suelo.
Al mismo tiempo que ha entrado Potter en la frutería, también se ha acercado un matrimonio de mediana edad a hacer su compra. El hombre adopta la misma postura que Taila y yo, pero sin perro. Raro. La mujer está como pez en el agua llenando bolsas de fruta y verdura.
El chino feliz se mira al tío y le dice: ¿mandalina? ¿nalanja? ¿melón? a lo que el pavo le responde: ¡Melón tú!
El chino ríe sin comprender y el señor se ha quedado ahí palplantado con actitud chulesca. Estoy por enseñarle a Taila que levante la patita y le mee encima, pero su genética femenina no se lo permite, así que le espeto Jau coloma! y cambiamos de tercio.

De mientras y para no acabar pegándole un piñote al pájaro ofende chinos felices, me dirijo al paqui que está al ladito, el recurso fácil del vago que  no planfica compras culinarias, o sea: yo. Ato a Taila en un árbol, cosa que no me gusta un pelo porque por ahí pasa el bus afeitando las pezuñas del personal. Me doy prisa, me pillo un par de cosillas y la paqui en cuestión está enganchada a un culebrón que tiene una pinta de darle de comer aparte.
Está ensimismada en la pantalla, se hace la picha un lío para cobrarme a cero por hora. Cuando ya me ha dado el cambio, mira lo que he cogido, pilla una bolsa pequeña, no cabe todo, lo quita, coge con esa filosofía de la prisa mata una bolsa más grande, la electricidad estática hace de las suyas y la bolsa no se abre y ella con los faros enganchaos en la pantalla de la tv.
Se me empiezan a erizar los pelillos de la nuca, le agarro la bolsa y le digo: disculpa por interceptar tu culebrón eh? ya veo que en tu diccionario no aparece la palabra prisa.
Salgo, Taila está tranquilica, el 45 no le ha limado nada.
Potter se reune con nosotros, parece Carmen Miranda y el chino se ha quedado más feliz que nunca porque Potter se ha dejado una morterada en vida sana.
Encaramamiento de cuatro pisos con Mercabarna, la gossuna y el aplec de la paqui.
Intento de relajación que queda en agua de borrajas cuando Potter recibe una llamada de sus inquilinos diciendo que el calentador ha petado y se está inundando el piso. Corre, corre que te pillo. A ver dónde encontramos un ñapas que instale calentadores.
Ahora es cuando se agradecería una aparición de ésas por ensalmo de Ayyy payo, me he encontrado este calentador nuevecito, nuevecito. Vainte lauroh...
Pero nasti.
Este tipo de eventualideces son las que te joden los pocos planes que tienes de relax, te descuajeringan la agenda y la economía, que prou achuchada está.

Toppo con traje de buzo