miércoles, 14 de marzo de 2012

Improductividad, conguitos y despropósitos

No hay cosa que me toque más la pera que hacer cosas con resultado igual o tendente a cero.
Esta tarde tenía que pasarme por la tienda donde compro el pienso para la gossuna, así que agarro los portantes y a Taila y nos vamos de paseíllo a buscar la teca.
Cuando llego, el tío me saluda y me dice así tan alegremente que el pienso que le había encargado no lo ha recibido y que si quieres arroz, Toppolina.

Decepción, mini cabreo y levantamiento cejil porque como mi planificación personal es parecida a una mierda, se me ha acabado el pienso. Al menos, el pavo se enrolla y me da unas muestras para que se las enchufe a la gossuna hasta mañana.

Seguimos el paseo y en la calle Bailén decido pegarme un homenaje de golosinas, me acaban de abrir una tienda de chuches y no me resisto a entrar. Estoy goloso.
Le pregunto al dependiente dónde tiene los conguitos y cuando me responde, me lanza una bafarada de alcohol apestosa, que si llego a tener encendido un cigarro, volamos por los aires. Ya no me siento seguro en ningún sitio.
Deduzco que empiezo a parecerme a mi perra, no por el cabello lustroso, que ya me gustaría, sino por el olfato altamente cualificado para ponerme de rastreo de perico con la benemérita.
Arrufo el naso, contengo la respiración y hago la compra raudo y veloz. Tamaña peste no me ha quitado las ganas de conguitos.

Continuamos y nos volvemos  hacia casa, sorteamos algunas plastas de perro de peña cerdil que no se debe recoger ni los mocos y seguimos por la calle Bailén. Al doblar la esquina, me ataca un ejército de pompas de jabón que con una puntería digna de Antonio Rebollo, se me meten en los ojos.
Se me nubla la conciencia y la vista. Me intento apoyar en la pared, pero a Taila le ha parecido tan divertido que me estira y me arrastra calle abajo.
Salen los conguitos volando.Planeo y aterrizo con las manos dándome de trompicones con el suelo. Confirmo que el esfuerzo de tener la manicura fetén vuelve a ser una quimera y veo que del espiñote que me he pegado, se me confunde el  esmalte de uñas color rojo entre putil y fashionguetil con la sangre que emana a borbotones de los arañazos que me he beneficiado. No sé cómo se me han metido conguitos en el mismísimo nasso.
Taila trata de hacerme curita sana culito de rana y le digo que pare que el espectáculo es ya bastante lamentable.
Mientras me recompongo con semblante digno y los orejones gachos, una yayuli que pasaba por allí, me echa unas monedas. Por un momento, me planteo quedarme ahí tirao dando pena, a ver si consigo sacar algo de provecho de esta salida infructuosa.
De la reflexión decido que me largo a casa, básicamente porque aquí la peña me coñoce y no necesito devaluar más mi ya mancillado prestigio.

Entre pestes, golpetazos y conguitos estoy por cercenarme la tocha.
Toppo contusionado