jueves, 6 de marzo de 2008

¿ES EL ESTRÉS NO HACER NADA?

Me levanto cagando leches, ni desayuno y salgo pitando. ¡Vaya! Ahora resulta que es demasiado pronto, qué crack, voy a hacer por una vez mi horario normal. A pesar del esfuerzo no llego antes, ¿que está pasando? Es igual, hoy tengo el día completito y mi objetivo es entrar puntual para que, sin el más remoto remordimiento, a las cinco se me caiga el lapiz, la voluntad y hasta se me desparramen los sesos si aún siguen ahí, ¡¡ecoooooo!!!
No puedo vivir con la conciencia tranquila, así que salgo antes de las cinco porque “¿y por qué no?”. Por alguna extraña razón, el apacible tráfico de esta minoría de caraduras como yo, sigue poniendo trabas a mis propósitos. Cojo la bici y, sorteando coches, taxis, motos, niños, niñas, transeúntes, ciclistas y patinadores, por supuesto, llego tarde y derrapado a mi psicólogo, y eso que he omitido la compra en el “paqui” y el cambiarme de ropa, ¡un cromo! ¡uy! Se me ha olvidado salir antes, así que ya llego tarde a inglés, y no paso desapercibido porque la puerta del aula la traba una silla y luego un bolso y luego entro yo y todos miran. Encima tengo que salir antes, así como a media clase y me voy a mi curso de alpinismo hibernal, con el retraso acumulado y ya ni sé dónde estoy ni qué hago aquí. Así que, jodido, pensando que me pierdo el principio de la clase de nutrición, me los encuentro tomando birras y comentando batallitas, luego monta el cable, el ordenador, el proyector… yo debo ser idiota por correr tanto. Cuando empezó el ponente a hablar de células y moléculas yo ya estaba en el séptimo limbo, se me quedó algo de los hidrocarburos, ¿o eran los carbohidratos?, pero creo que era importante.
Llego a casa tardísimo tras una despiadada lucha contra el gélido viento subido a mi bici, (diría que es el momento mejor aprovechado del día, lástima que ya no sé ni cómo me llamo) y no tengo ni hambre, me quedo ko hasta las 6:30 de la mañana, ¡o no, otra vez no! La calma se va apoderando de mí en el transcurso de la mañana y, a la hora de comer, ya estoy completamente preparado para encajarme sin pestañear una paella mixta y un churrasco, como ayer no cené, del grasiento del polígono, que me parece hasta bueno (aquí ya he tocao fondo), y, con ello complacido, continuo mi tarea como si nada hubiese pasado.
Moraleja: en qué momento perdí el más común de los sentidos????